Del curso: Cómo construir hábitos para el éxito

El hábito de la asertividad: cómo comunicar sin agradar y sin agredir

Del curso: Cómo construir hábitos para el éxito

El hábito de la asertividad: cómo comunicar sin agradar y sin agredir

Crecí con miedo al conflicto. Dirigiendo equipos, aún intentaba evitarlo por todos los medios y me temblaban las piernas cada vez que no me quedaba más remedio que decir algo incómodo. Por miedo a la confrontación, me comunicaba de manera muy tóxica. Por agradar, hablaba a medias, desde la incoherencia absoluta con mis necesidades y mis principios. Y, como no era clara, creaba situaciones asimétricas e injustas. No expresar de forma directa y adecuada mis deseos me generaba muchísima frustración porque me ponía a mí misma en situaciones que iban en contra de mi bienestar y de mis ideas y en muchas ocasiones mis acciones terminaban por desviarse de mis palabras. Tuve que deconstruirme para empezar de cero a ir entrenando poco a poco la asertividad y desde ahí mi realidad personal y profesional cambió por completo. La asertividad es el hábito de expresar nuestras necesidades sin culpabilizar y defendiendo con suavidad y firmeza los límites de nuestro bienestar. Fíjate en este triángulo. Desde la pasividad, el miedo al rechazo o al conflicto nos paralizan e impiden que expresemos lo que queremos, lo que necesitamos o lo que nos gusta. Desde la agresividad, lo expresamos de forma violenta, perdiendo la razón por las formas e impidiendo la resolución productiva del conflicto. Desde la asertividad, cambiamos la pasividad por acción y la agresividad por respeto. Vamos a ver un ejemplo. Se te pide que te hagas cargo puntualmente del trabajo de alguien. Si aceptas, vas a tener que trabajar muchísimas horas extras sin reconocimiento ni recompensa. Vas a sacrificar tu tiempo y tu bienestar y te vas a condenar a una muy mala época. Desde la pasividad, ignorarías tu grito interno y aceptarías con una sonrisa. Inmediatamente después te invadiría la frustración y muy probablemente empezarías a oponer resistencia más o menos consciente a cumplir con tu promesa. Desde la agresividad, convertirías la petición en la justificación de despreciar, ridiculizar o insultar a la otra persona a la cara en el momento o más tarde, en corrillos, grupos de chat o reuniones. La pasividad y la agresividad no son excluyentes. De hecho, como era mi caso, lo más común es que sean las dos caras de la misma moneda. ¿Cómo reaccionar desde la asertividad? Poniendo palabras justas y firmes a los límites de nuestro bienestar. Gracias por pensar en mí. Me encantaría ayudarte con esto, aunque en esta ocasión no va a ser posible. Mis responsabilidades ocupan todas mis horas de trabajo y si acepto dejaría de aportar el valor que estoy aportando y perderíamos todos. La clave de la asertividad es poner el foco en nuestra realidad sin incluir ni un solo juicio sobre los motivos o las acciones de los demás. Te sorprenderá, como me sorprendió a mí, cómo los conflictos solo se detonan si atacamos. La expresión directa y aséptica de nuestras necesidades lo que genera es comprensión y respeto.

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