El fraude científico supone un malgasto de fondos destinados a la
investigación. Muchos grandes engaños tienen que ver con temas tan candentes como
la clonación, la
investigación en células madre o la búsqueda de vacunas y tratamientos contra
enfermedades como el sida. Sus autores
reciben cuantiosas subvenciones para mantener sus líneas de investigación, y de hecho son muchos los grandes estafadores de la ciencia
condenados por malversación de fondos.
¿Qué lleva a un científico a falsear sus datos? Además de la búsqueda de
prestigio o el beneficio económico, el tema de los fraudes abre el debate sobre
la enorme presión que tienen los investigadores de hoy en día para publicar.
Tanto para progresar en su carrera científica como para obtener proyectos y
fondos que cubran los gastos de sus investigaciones, el mérito que más
peso tiene es el que se refiere a la producción científica. Hacer muchas publicaciones y en revistas de alto impacto, ese es el resumen de un
currículum de éxito. Ya lo dice un dicho muy repetido entre los científicos:
‘publish or perish’ (publica o perece).
Sabemos que
la ciencia es un proceso muy lento, que en determinadas áreas los experimentos
pueden llevar varios años… y que también existen muchos trabajos que tienen un
resultado negativo, que no verifican una nueva hipótesis, y ninguna revista
publica esos datos a pesar del enorme esfuerzo e inversión que hay detrás. Por
ello, y aunque obviamente nada justifica una trampa, es posible que muchos
de los científicos que falsean sus datos lo hagan como un medio desesperado
para poder seguir investigando.
¿Quién gana con los fraudes? Por otro lado, existen casos
confirmados de supuestas revistas científicas que no siguen un método riguroso
de revisión de los trabajos pero que exigen una cuota económica para publicar
en ellas (algo muy común en las publicaciones científicas). Se enriquecen al atraer a científicos jóvenes con ansias de publicar y cuyos trabajos han sido
rechazados en revistas más prestigiosas.
Veamos algunos de los fraudes científicos más
sonados de la historia.
Hwang
Woo-suk y la clonación de embriones humanos. En el año 2004 un artículo publicado en la prestigiosa revista Science daba la
vuelta al mundo. El científico surcoreano Hwang Woo-suk, anunciaba que
había logrado clonar un embrión humano. En otro estudio
posterior, el investigador afirmaba haber logrado extraer células madre del mismo embrión clonado, un hallazgo histórico que
alimentaba las esperanzas de encontrar nuevos tratamientos para muchas
enfermedades como el párkinson o la diabetes.
Poco tiempo después se demostró que el hallazgo era
un fraude y Hwang fue condenado a dos años de prisión por fraude y malversación
de fondos dedicados a la investigación, aunque finalmente no tuvo que cumplir la sentencia.
El mérito de
Hwang que sí que parece ser verídico es la primera clonación de un perro,
en el año 2005.
Yoshihiro Sato, al menos 33 artículos fraudulentos.
El osteólogo japonés Yoshihiro
Sato se suicidó en enero de 2017, un año después de que la revista Neurology publicase
un artículo que mostraba evidencias de fraude en 33 de sus trabajos.
El fraude de
Sato es uno de los más recientes y escandalosos, ya que el japonés publicó
más de 200 estudios sobre cómo reducir el riesgo en fracturas de
hueso. Estudios que
después se utilizaron como base para hacer meta-análisis y cuyas conclusiones
tienen consecuencias en la práctica clínica.
Demasiado
bueno para ser verdad. La prolija actividad científica de Sato fue lo que
empezó a levantar sospechas, pues en sus artículos hacía revisiones de
cantidades elevadísimas de pacientes recopiladas en muy poco tiempo y en una
ciudad muy pequeña. En el año 2012, un equipo de científicos que
realizaban una investigacion con estudios que analizaban el efecto del calcio
en las fracturas de cadera tomaron la decisión de omitir los datos del japonés,
ya que eran demasiado buenos como para ser fiables: más bien
parecían inventados.
El
hombre de Piltdown, el eslabón perdido. El
descubrimiento en Alemania de la una mandíbula perteneciente a lo que después
se nombraría como una nueva especie, el Homo heidelbergensis, pone en guardia a los británicos, que tampoco quieren ser
menos en la carrera de los descubrimientos antropológicos.
En
1912 los arqueólogos Charles Dawson y Smith Woodward afirmaron haber
descubierto el eslabón perdido entre los simios y los seres humanos y mostraron al mundo un conjunto de fósiles
supuestamente encontrados en Piltdown, cerca de Londres: Dientes de chimpancé y mandíbula de orangután
En 1953 se descubrió que todo era un
fraude: ni los huesos eran tan antiguos, ni pertenecían a un eslabón perdido en
nuestra historia evolutiva. El
cráneo era de un hombre de la Edad Media, la mandíbula de un orangután y los
dientes de un chimpancé. Sin
embargo, la comunidad científica creyó durante más de 40 años en el hombre de Piltdown, y esto obstaculizó mucho el estudio de la verdadera
evolución del hombre.
Andrew
Wakefield, el autismo y las vacunas. Este es otro
ejemplo del terrible daño que pueden hacer los fraudes científicos. En 1998 el
ex-cirujano Andrew Wakefield publicaba un trabajo que relacionaba la administración de
la vacuna triple vírica con la aparición de autismo.
Está más que demostrado que se trataba
de una publicación con datos falseados, pero aún hoy este es uno de los
principales argumentos esgrimidos por el movimiento antivacunas, que cuenta cada vez con más adeptos y supone un peligro
para la sanidad pública.
Yoshitaka Fujii, el impostor más prolífico de la
historia. Un médico japonés,
investigador en el campo de la anestesiología que se piensa que ha
falseado al menos los 183 trabajos científicos. De hecho, todavía hoy se sigue trabajando
para hacer ‘limpia’ de su fraude: solo en el 2018 ha habido 21 retractaciones
de los artículos de Fujii, 17 de ellos de la revista Clinical
Therapeutics.
Los
resultados “demasiado buenos” de sus investigaciones hicieron sospechar a otros
científicos de la veracidad de sus datos. Fujii era muy ambiguo a la hora
de exponer detalles en sus publicaciones sobre las fechas de los estudios y los
nombres de las instituciones donde estos se realizaron. Además, incluía como coautores a científicos de otras entidades – muchos
de ellos ni siquiera sabían que sus nombres iba en estos documentos-, de esta forma daba la impresión
de que los datos se recogían de distintos hospitales y era más difícil rastrear
el fraude.
Dong-Pyou
Han y el VIH. Fue condenado a prisión por
malversación de fondos públicos. El investigador de la Universidad Estatal de Iowa
se enriqueció tras anunciar el desarrollo de una vacuna que conseguía crear anticuerpos
contra el virus del VIH en conejos. Poco después se demostró que lo que parecía un hito
científico no era más que un truco: al parecer Han había mezclado sangre de los
conejos con muestras de sangre humana que contenían los anticuerpos.
Plagios, a la orden del día
Otro de los
fraudes científicos más clásico consiste en copiar trabajos de otros. Uno de los
últimos investigadores acusado de plagiar los datos de un compañero es, según
informa Retraction Watch, el estadounidense Gilbert Welch. Parece que el científico incluyó
datos plagiados en un artículo publicado en 2016 en el New England
Journal of Medicine en el que se alerta de como las mamografías
tienden a sobre-diagnosticar tumores y llevan al inicio de tratamientos
innecesarios.
Fuente: www.muyinteresante.es