No pocos historiadores consideran que los orígenes del
Halloween se hallan en los tiempos del Imperio Romano, en las fiestas en honor
a Pomona, diosa romana de las frutas y las semillas, y en el festival de los
muertos llamado Parentalia. Sin embargo, la teoría más comúnmente aceptada es
que en realidad tiene sus orígenes en el antiguo festival celta conocido como
Samhain.
Samhain (cuya traducción más precisa sería "fin
del verano") marcaba el fin de la época de cosechas para los celtas, la
transición de la "época iluminada" del año a la "epoca
oscura", y algunos eruditos opinan que se trataba además del Día de Año
Nuevo para aquella cultura asentada en Europa.
Los celtas eran de la creencia de que en la fecha del
Samhain, la brecha que separaba al mundo de los vivos del de los muertos se
hacía más estrecha que en cualquier otro día del año, permitiendo que los
espíritus pudieran pasar de su mundo al nuestro, por lo que los celtas vestían
máscaras y disfraces para imitar y complacer a estos espíritus que, según
creían, podían ser tanto inofensivos como dañinos.
Para ahuyentar a los espíritus dañinos se utilizaban
"samhnag", nabos ahuecados dentro de los cuales se colocaban velas,
obviamente precursores de las actuales lámparas de calabaza.
La palabra Halloween surge recién el siglo XVI como una
variante escocesa de "All Hallows Eve" (Víspera de Todos los Santos),
la festividad cristiana celebrada el 1 de noviembre en la cual, de acuerdo a la
doctrina de la Iglesia, se establece una comunión especial con las personas que
se encuentran en el Purgatorio o el Cielo.
En Latinoamérica, el Halloween -en
la forma en que se celebra en Norteamérica- ha venido ganando popularidad de
manera creciente debido a la influencia del cine y la televisión
norteamericana.
En nuestro país es cada vez
más común ver a personas acudir a fiestas de Halloween con distintos disfraces,
aunque la costumbre del "trick or treat" es inexistente.